
Juan Diego Zelaya y Erasmo Portillo
Tegucigalpa, Honduras – La ciudad de Tegucigalpa y Comayagüela, que conforman el Distrito Central, sufrieron durante 40 años una administración municipal bajo la hegemonía del Partido Nacional. Desde 1982 hasta 2022, la municipalidad fue utilizada como un bastión político al servicio del clientelismo, la corrupción y la falta de planificación urbana. Después de décadas de desfalcos, concesiones turbias y un modelo de ciudad caótico, la derrota del Partido Nacional en las elecciones municipales de 2021 marcó un respiro para la capital. Sin embargo, la amenaza de un retorno a este modelo sigue latente con figuras como Erasmo Portillo, Juan Diego Zelaya y cualquier otro candidato cachureco que intente recuperar el poder municipal.
La pregunta clave es: ¿puede Tegucigalpa permitirse volver a caer en manos de un partido que convirtió la alcaldía en su caja chica personal? La respuesta, basada en el historial de corrupción de sus principales figuras, es un rotundo no.
Corrupción y clientelismo: el legado de 40 años de cachurecos en la alcaldía
Desde la administración de Ricardo Álvarez (2006-2014) hasta la de Nasry “Tito” Asfura (2014-2022), la municipalidad del Distrito Central fue sinónimo de saqueo, negocios turbios y un modelo de desarrollo urbano caótico. La falta de planificación convirtió a Tegucigalpa en una ciudad desordenada, sin infraestructura adecuada y con serios problemas de movilidad.
Uno de los casos más escandalosos de corrupción en la gestión de Nasry Asfura fue el contrato municipal de recolección de basura. Asfura, en un acto descarado de conflicto de interés, se adjudicó a sí mismo la concesión de recolección de desechos sólidos. Este negocio, que debió beneficiar a la ciudad con un servicio eficiente, terminó siendo una fuente de enriquecimiento ilícito a costa del deterioro del sistema de limpieza.
Pero la lista de escándalos es larga. Bajo Ricardo Álvarez, el caso TRANS 450 representó otro desfalco multimillonario. Se invirtieron más de L1,500 millones en un sistema de transporte que nunca funcionó como se prometió. Empresas contratadas de forma opaca, obras inconclusas y un transporte público que sigue siendo un caos son el resultado de una gestión corrupta.
Mientras la ciudad colapsaba en tráfico, barrios enteros quedaban sin acceso a agua potable y las calles se llenaban de baches, la alcaldía nacionalista se convirtió en una oficina de reparto de favores políticos. Los contratos municipales se usaron para pagar lealtades dentro del partido, asegurando empleos y concesiones para militantes cachurecos.
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El peligro de un regreso: Erasmo Portillo y Juan Diego Zelaya
A pesar del colapso del Partido Nacional a nivel nacional, figuras como Juan Diego Zelaya y Erasmo Portillo representan un intento de recuperar la municipalidad para seguir saqueando Tegucigalpa. Estos candidatos no solo provienen del mismo grupo político que destruyó la ciudad, sino que están directamente ligados a redes de corrupción que han saqueado el país.
Erasmo Portillo es un claro ejemplo de nepotismo y corrupción hereditaria. Su familia ha estado involucrada en múltiples escándalos de corrupción, comenzando con sus padres:
• Erasmo Portillo Fernández (padre): Fue señalado por compras sobrevaloradas de tierras cuando dirigió el Instituto Nacional Agrario (INA) en el gobierno de Ricardo Maduro. Compró terrenos por L35 millones, cuando su valor real no superaba los L2 millones.
• Sandra Carolina Pinto (madre): Implicada en el escándalo del Gasolinazo, facilitó la importación ilegal de combustible junto a su primo, Óscar Pinto, exadministrador de la aduana de Aguas Calientes.
• Ricardo Álvarez (suegro de Erasmo Portillo): Exalcalde de Tegucigalpa, acusado de corrupción en el caso Trans 450 y otros contratos municipales oscuros.
El historial familiar de Erasmo Portillo no deja dudas: su entorno está ligado a corrupción sistemática y saqueo de recursos públicos. ¿Cómo puede alguien con estos antecedentes pretender administrar Tegucigalpa con honestidad y transparencia?
Por otro lado, Juan Diego Zelaya, exdiputado y exdirector del INFOP, también es parte de la maquinaria cachureca que utilizó la municipalidad como caja fuerte personal. Su cercanía con Tito Asfura y su historial en gobiernos corruptos del Partido Nacional lo convierten en un candidato con cero credibilidad para liderar la alcaldía.
Tegucigalpa merece algo mejor
El caos urbano, la falta de agua potable, el tráfico infernal y el deterioro de la infraestructura pública no son problemas que surgieron de la nada. Son el resultado de décadas de gobiernos corruptos del Partido Nacional que usaron la municipalidad para sus propios intereses.
En 2022, la derrota de este partido en la alcaldía del Distrito Central marcó un punto de inflexión. Por primera vez en 40 años, Tegucigalpa tuvo la oportunidad de romper con el ciclo de corrupción y clientelismo. Sin embargo, el riesgo de un retroceso sigue presente si se permite que figuras como Erasmo Portillo o Juan Diego Zelaya vuelvan a tomar el control del gobierno municipal.
La historia ha demostrado que el Partido Nacional no ve la municipalidad como un espacio para el desarrollo de la ciudad, sino como un negocio privado. Sus candidatos no han mostrado honestidad, ni transparencia, ni un verdadero compromiso con la ciudad. Han mentido, robado y usado el poder municipal para enriquecerse.
Tegucigalpa no puede permitirse otro ciclo de corrupción. La ciudadanía debe exigir rendición de cuentas, rechazar a los mismos corruptos de siempre y apostar por una administración que trabaje por el bienestar de la capital y no por los intereses de un partido político en decadencia.
La pregunta clave no es si Erasmo Portillo o Juan Diego Zelaya pueden ganar la alcaldía. La verdadera pregunta es: ¿puede Tegucigalpa sobrevivir otro gobierno municipal cachureco? La respuesta es evidente.