A menos de dos meses de dejar la presidencia de Estados Unidos, y tras una aplastante derrota electoral, Joe Biden decidió autorizar el uso de misiles ATACAMS de fabricación estadounidense para que Ucrania ataque territorio ruso. Una decisión que no solo enciende las alarmas globales, sino que también pone en peligro la estabilidad de la humanidad. Las advertencias de Rusia han sido claras: cualquier ataque con misiles de largo alcance, con armamento y apoyo de una potencia nuclear, sería considerado un acto de guerra directa, llevando a la activación de su arsenal nuclear en estado de alerta máxima.
Es evidente que la guerra entre Rusia y Ucrania es inhumana y devastadora. Sin embargo, permitir y alentar la escalada de este conflicto a través de armamento sofisticado no es solo irresponsable, sino también una clara demostración de que Estados Unidos no es el actor ideal para salvaguardar la paz mundial. Si Estados Unidos alguna vez aspiró a ser el “policía del mundo”, hoy queda claro que actuaría como un policía corrupto, al servicio de una mafia global compuesta por la banca internacional y los fabricantes de armas.
El uso de misiles ATACMS por parte de Ucrania prácticamente implica la entrada de la OTAN en el conflicto, cruzando el umbral hacia una posible guerra mundial. Estos misiles no solo requieren tecnología avanzada para ser operados, sino que sus objetivos son definidos exclusivamente por Estados Unidos. En otras palabras, cada ataque en territorio ruso es decidido y avalado directamente por Washington.
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Esta medida no busca resolver el conflicto, sino garantizar que la guerra se perpetúe, beneficiando a quienes lucran con la venta de armas y el caos geopolítico. Biden no está protegiendo a Ucrania; está protegiendo los intereses de las élites globales que se enriquecen con la guerra y el sufrimiento humano.
Una estrategia política de alto riesgo
Analistas políticos señalan que esta decisión podría ser un intento de Biden de entorpecer la política exterior de Donald Trump, próximo a asumir el cargo. Durante su campaña, Trump prometió un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, algo que esta medida busca frustrar al intensificar el conflicto. Sin embargo, jugar con la vida de millones de personas y llevar al mundo al borde de una catástrofe nuclear no puede justificarse como estrategia política.
Honduras y la dependencia de Estados Unidos
Es imperativo señalar la hipocresía de ciertos sectores políticos en Honduras que continúan promoviendo la influencia de Estados Unidos en la política interna. Estos actores, lejos de defender una democracia soberana, se alinean con un país que demuestra, una y otra vez, que no tiene interés en la paz ni en el bienestar global, sino en el dominio y el lucro.
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Es hora de que Honduras y el mundo entiendan que Estados Unidos no es un aliado confiable para la paz ni para la democracia. Su gobierno, liderado por intereses corporativos y militares, no puede ser el modelo a seguir ni el socio estratégico que garantice estabilidad en la región o en el mundo.
La autorización de Joe Biden para el uso de misiles ATACMS no solo escala el conflicto entre Rusia y Ucrania, sino que también reafirma el papel de Estados Unidos como un actor que prioriza sus propios intereses sobre la seguridad global. Si la comunidad internacional no actúa con firmeza, este acto de irresponsabilidad podría ser el preludio de una guerra que nadie puede ganar y que todos perderemos. Es momento de replantear la dependencia hacia Estados Unidos y abogar por un liderazgo mundial que promueva la paz, no el caos.
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