
Jorge Calix
Tegucigalpa, Honduras – Las recientes amenazas contra la consejera del Consejo Nacional Electoral (CNE), Ana Paola Hall, han desatado una ola de especulaciones y preocupaciones sobre la transparencia del proceso electoral en Honduras. El candidato presidencial Salvador Nasralla, en un tuit reciente, atribuyó estos ataques a quienes se oponen a la conectividad en los centros de votación, una medida que, según él, busca impedir fraudes en las elecciones primarias del 9 de marzo. Pero ¿quiénes están detrás de esta resistencia y qué intereses podrían estar en juego?
¿Por qué la conectividad es un punto clave en estas elecciones?
La implementación de un sistema de transmisión inmediata de resultados en los centros de votación ha sido uno de los temas más debatidos en la antesala de las primarias. Nasralla ha insistido en que la conectividad es un mecanismo esencial para evitar la manipulación de actas y la alteración de los resultados en la fase de conteo. Argumenta que sin este sistema, los votos podrían ser vulnerables a prácticas fraudulentas que han empañado procesos anteriores.
La pregunta es inevitable: si garantizar la conectividad significa mayor transparencia, ¿por qué habría sectores que se oponen a su implementación? Para Nasralla, la respuesta es clara: el crimen organizado y estructuras políticas tradicionales que han aprovechado la falta de controles efectivos en procesos anteriores.
Los señalamientos de Nasralla: ¿quiénes temen la transparencia?
Históricamente, Salvador Nasralla ha denunciado que sectores vinculados al crimen organizado tienen injerencia en la política hondureña y que buscan manipular los procesos electorales a su favor. En este contexto, ha señalado directamente a Jorge Cálix como el candidato respaldado por el narcotráfico y a su equipo de campaña como operadores de estructuras corruptas dentro del sistema electoral.
Uno de los señalamientos más recurrentes contra Cálix es su supuesta participación en la manipulación de actas en procesos internos, lo que le valió el apodo de “Helio”, en referencia al gas utilizado para inflar globos. Según estas denuncias, su equipo habría inflado votos en elecciones internas para asegurar victorias cuestionables. Si esto es cierto, la conectividad en los centros de votación representaría una amenaza directa a estas prácticas.
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Pero el problema va más allá de una disputa entre figuras políticas. La conectividad en los centros de votación afectaría a redes más amplias que han encontrado en la falta de control un espacio propicio para operar. Si las amenazas contra Ana Paola Hall realmente provienen de quienes se oponen a la implementación de esta medida, estaríamos ante un intento deliberado de sabotear un proceso electoral más transparente.
Una de las interrogantes que surgen es cómo actores externos podrían estar influyendo en un proceso que, en teoría, es competencia exclusiva de los partidos políticos. Las elecciones primarias son organizadas y controladas por las fuerzas políticas en contienda, pero si hay amenazas contra un miembro del CNE, significa que existen presiones que trascienden lo interno.
Esto podría indicar que sectores con un historial de manipulación electoral temen perder su capacidad de influir en los resultados. La conectividad eliminaría el margen de maniobra para modificar actas o alterar resultados en el traslado de la información. Así, las amenazas a Hall podrían interpretarse como una señal de desesperación de quienes se beneficiarían de un proceso sin controles efectivos.
Además, este tipo de presiones refuerzan la necesidad de un blindaje institucional que garantice la seguridad del personal electoral y la independencia del CNE. Si se permite que amenazas de este tipo influyan en las decisiones sobre la implementación de medidas antifraude, se estaría enviando un mensaje preocupante sobre el nivel de injerencia del crimen organizado en la política hondureña.
La ciudadanía exige respuestas: ¿quién está detrás de las amenazas?
Ante este escenario, la sociedad hondureña debe exigir que se investigue a fondo quién está detrás de las amenazas contra Ana Paola Hall y qué intereses buscan proteger. La transparencia en los procesos electorales no es un favor ni una concesión de los partidos políticos, sino un derecho fundamental de la ciudadanía.
El gobierno, el CNE y las fuerzas de seguridad deben garantizar que cualquier intento de sabotaje electoral sea castigado con el peso de la ley. De lo contrario, el mensaje será claro: quienes ostentan el poder en las sombras seguirán imponiendo sus reglas sin rendir cuentas.
La democracia en Honduras ha enfrentado múltiples desafíos en los últimos años, y las elecciones primarias del 9 de marzo serán una prueba crucial para el sistema electoral. Si las amenazas pueden frenar la implementación de medidas de transparencia, el país se arriesga a un proceso viciado desde su origen. Pero si se logra identificar y neutralizar a quienes buscan socavar la voluntad popular, se abrirá una oportunidad para avanzar hacia elecciones más justas y creíbles.
Lo que está en juego no es solo un proceso electoral, sino la confianza del pueblo hondureño en su democracia. ¿Se permitirá que el crimen organizado y la corrupción sigan dictando las reglas del juego, o se garantizará un proceso limpio y legítimo? La respuesta está en las manos de quienes tienen el poder de investigar, actuar y asegurar que la voz de la ciudadanía no sea silenciada.
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