
Tito Asfura y David Chavez
Tegucigalpa, Honduras – Después de 15 meses de autoexilio, David Chávez Madison ha regresado a Honduras con un objetivo claro: retomar el control del Partido Nacional y desmantelar la red de traiciones que, según él, lo dejó fuera del juego político. En un recibimiento que se asemejó más a un acto de campaña que a un retorno discreto, Chávez arremetió contra la cúpula de su propio partido, a quienes acusa de haber negociado con el poder a espaldas de la base nacionalista.
“Cuando el gato no está, las ratas salen de fiesta”, lanzó Chávez en su primer discurso tras su llegada al país. Su mensaje no dejó dudas: considera que su ausencia fue aprovechada para una repartición descarada del poder entre un pequeño grupo de la cupula que, según él, marginaron a los simpatizantes de base y en especial, a los que viven en la capital. Pero, ¿quiénes son los señalados? ¿Qué papel jugaron en la supuesta purga interna contra Chávez?
Los TOMATOS y la fractura interna del Partido Nacional
El término “TOMATOS” no es nuevo dentro del Partido Nacional, pero recientemente ha cobrado un significado más oscuro. Este acrónimo se usa para referirse a Tomás Zambrano, Antonio “Toño” Rivera Callejas y Mario Pérez, tres de los líderes más influyentes en la bancada nacionalista del Congreso Nacional.
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Según fuentes de ECO cercanas a Chávez, estos tres dirigentes, junto a Juan Diego Zelaya, a quien David Chavez señala de inútil y gay, además de la ex primera dama Ana García de Hernández y el actual precandidato presidencial Tito Asfura, serían los artífices de un pacto interno para robar el poder a David Chávez y sus seguidores. El grupo habría negociado el control de las instituciones clave del sistema electoral hondureño, como el Consejo Nacional Electoral (CNE), el Tribunal de Justicia Electoral (TJE) y la Unidad de Política Limpia, a cambio de garantizar su dominio sobre el partido y futuras candidaturas.
Sin embargo, la traición más significativa, según Chávez, fue la maniobra de Juan Diego Zelaya, quien durante la ausencia del líder nacionalista, presionó a la base del partido para que le diera su apoyo a cambio de empleos y favores políticos. Este movimiento, de acuerdo con Chávez, no solo lo dejó fuera del control partidario, sino que buscó enterrarlo políticamente de manera definitiva. Esta traición fue sorprendente porque fue precisamente David Chavez uno de los que recomendaron a Juan Diego Zelaya cuando este paso a ser el titular del INFOP.
Las declaraciones de Chávez están diseñadas para generar un impacto en la militancia nacionalista. Se presenta como la víctima de una conspiración orquestada por las élites de su partido, quienes buscaron proteger sus propios intereses a costa de la base. Pero más allá del discurso de traición, su retorno plantea interrogantes fundamentales: ¿Está David Chávez en condiciones de recuperar el liderazgo del Partido Nacional? ¿Logrará debilitar el control de los TOMATOS y de Tito Asfura sobre la estructura del partido? ¿Su mensaje de “no votar en plancha” será suficiente para desarticular la influencia de sus adversarios internos?
Con las elecciones internas en el horizonte, Chávez parece haber llegado con una estrategia clara: implosionar el Partido Nacional desde adentro para aniquilar el poder político de Toño Rivera, Juan Diego Zelaya y principalmente, Tito Asfura. Su llamado a evitar el voto en plancha busca evitar que los diputados afines a Tito Asfura y los TOMATOS se afiancen en el Congreso, permitiéndole a Chávez reconfigurar la bancada a su favor en caso de convertirse en candidato después de los comicios internos.
El discurso de Chávez ha polarizado a la militancia del Partido Nacional. Mientras sus seguidores lo ven como el único capaz de desafiar la corrupción interna y devolverle el poder a la base, otros lo consideran un líder debilitado, que ha perdido su influencia real tras meses de exilio y persecución judicial.
Su regreso también pone en una posición incómoda a las figuras clave del partido. Por un lado, los TOMATOS y Tito Asfura deben decidir si confrontan abiertamente a Chávez o intentan negociar con él. Por otro, la ex primera dama Ana García de Hernández, quien sigue siendo una figura de peso dentro del nacionalismo, tendrá que manejar con cuidado su papel en esta disputa para no verse salpicada por las acusaciones de traición.
Lo que es claro es que el regreso de David Chávez ha reavivado las tensiones dentro del Partido Nacional, poniendo en evidencia una fractura que podría definir el futuro de la oposición en Honduras. Si bien la narrativa de traición y venganza política le da fuerza a su movimiento, la pregunta clave sigue siendo: ¿tiene el capital político suficiente para recuperar el control del partido o su regreso solo acelerará la fragmentación del nacionalismo?
El tiempo y las próximas elecciones internas serán el campo de batalla donde se definirá si Chávez logra resurgir como el líder indiscutible del Partido Nacional o si su regreso marca el principio de su ocaso definitivo.